Despunta el alba, y con él se inicia también la jornada de una sección acorazada de Caballería. Sus monturas, dos veteranos Leopard 2A4 y dos VCC Pizarro, han pasado la noche ocultos tras una divisoria. A unos cientos de metros por delante de ellos, más allá de la desenfilada que les esconde del enemigo, los exploradores de la sección han acondicionado un puesto de escucha. Equipados con visores nocturnos y radios, se han relevado en la tediosa tarea de otear el horizonte durante toda la noche. El temor a un contraataque enemigo les ha ayudado a mantenerse despiertos.
A ambos lados de su despliegue se hallan las otras dos secciones que integran el EAC (escuadrón acorazado). No tienen contacto visual directo, pero mantienen enlace por radio constante. El largo alcance de sus ópticas y de sus sistemas de armas, de hasta cuatro kilómetros en el caso de los Leopard, les permite el uso de una formación muy abierta. Gracias a ello, abarcan una cantidad de terreno muy amplia con un número relativamente reducido de vehículos, ideal para la labor de reconocimiento que les ha encomendado el Grupo Táctico.
En los vehículos, sus tripulantes tratan de estirar sus agarrotados músculos. Llevan más de veinticuatro horas subidos en sus monturas de acero, saliendo del mismo únicamente para hacer sus necesidades. Han dormido por turnos, manteniendo siempre un hombre a la escucha de la radio. Notan la cabeza pesada y el cuello dolorido. Los ojos, irritados tras tantas horas viendo el mundo a través del filtro verde de las cámaras térmicas y los visores nocturnos.
La primera misión del día consiste en avanzar y atacar una concentración enemiga que, sospechan, se halla a escasos kilómetros de su posición.
Tras un rápido desayuno, se da la orden de arrancar los vehículos, cuyos motores expulsan una densa columna de humo negro al comenzar a funcionar. Cada tripulante revisa su puesto y los sistemas que lo integran, asegurándose que se hallan a pleno funcionamiento. Se ordena, igualmente, que los exploradores abandonen el puesto de escucha y regresen con la sección, ocupando sus puestos en la caja de los Pizarro.
A través de la interfonía, los tripulantes avisan a sus respectivos jefes, gritando por encima del ruido que generan el motor y el sistema hidráulico del carro:
-Conductor en disposición de combate.
-Tirador en disposición de combate.
-Cargador en disposición de combate.
Las transmisiones funcionan, las torres de los cuatro vehículos están en modo estabilización y con los giroscopios a pleno rendimiento, las cámaras térmicas están encendidas y las armas cargadas. Todos llevan en recámara proyectiles tipo flecha, el más adecuado para batir carros de combate.
Ante la previsibilidad de contacto enemigo, el jefe de sección ordena conservar la formación de guerrilla con la que han pasado la noche. Los Leopard en los extremos y los Pizarro en el centro.
A través de los auriculares de su casco acolchado, el jefe de sección reconoce la voz del jefe del EAC, metalizada por la estática de la radio:
-Aquí Negro para toda la malla, iniciamos movimiento.
Los jefes de las secciones, incluido nuestro protagonista, dan el enterado:
-Blanco cero recibido.
-Gris cero recibido.
-Marrón cero recibido.
El jefe de sección, finalmente, da la orden de partida:
-Aquí gris cero para toda la malla, iniciamos movimiento.
La Caballería se lanza al ataque.
(CONTINUARÁ)
A ambos lados de su despliegue se hallan las otras dos secciones que integran el EAC (escuadrón acorazado). No tienen contacto visual directo, pero mantienen enlace por radio constante. El largo alcance de sus ópticas y de sus sistemas de armas, de hasta cuatro kilómetros en el caso de los Leopard, les permite el uso de una formación muy abierta. Gracias a ello, abarcan una cantidad de terreno muy amplia con un número relativamente reducido de vehículos, ideal para la labor de reconocimiento que les ha encomendado el Grupo Táctico.
En los vehículos, sus tripulantes tratan de estirar sus agarrotados músculos. Llevan más de veinticuatro horas subidos en sus monturas de acero, saliendo del mismo únicamente para hacer sus necesidades. Han dormido por turnos, manteniendo siempre un hombre a la escucha de la radio. Notan la cabeza pesada y el cuello dolorido. Los ojos, irritados tras tantas horas viendo el mundo a través del filtro verde de las cámaras térmicas y los visores nocturnos.
La primera misión del día consiste en avanzar y atacar una concentración enemiga que, sospechan, se halla a escasos kilómetros de su posición.
Tras un rápido desayuno, se da la orden de arrancar los vehículos, cuyos motores expulsan una densa columna de humo negro al comenzar a funcionar. Cada tripulante revisa su puesto y los sistemas que lo integran, asegurándose que se hallan a pleno funcionamiento. Se ordena, igualmente, que los exploradores abandonen el puesto de escucha y regresen con la sección, ocupando sus puestos en la caja de los Pizarro.
A través de la interfonía, los tripulantes avisan a sus respectivos jefes, gritando por encima del ruido que generan el motor y el sistema hidráulico del carro:
-Conductor en disposición de combate.
-Tirador en disposición de combate.
-Cargador en disposición de combate.
Las transmisiones funcionan, las torres de los cuatro vehículos están en modo estabilización y con los giroscopios a pleno rendimiento, las cámaras térmicas están encendidas y las armas cargadas. Todos llevan en recámara proyectiles tipo flecha, el más adecuado para batir carros de combate.
Ante la previsibilidad de contacto enemigo, el jefe de sección ordena conservar la formación de guerrilla con la que han pasado la noche. Los Leopard en los extremos y los Pizarro en el centro.
A través de los auriculares de su casco acolchado, el jefe de sección reconoce la voz del jefe del EAC, metalizada por la estática de la radio:
-Aquí Negro para toda la malla, iniciamos movimiento.
Los jefes de las secciones, incluido nuestro protagonista, dan el enterado:
-Blanco cero recibido.
-Gris cero recibido.
-Marrón cero recibido.
El jefe de sección, finalmente, da la orden de partida:
-Aquí gris cero para toda la malla, iniciamos movimiento.
La Caballería se lanza al ataque.
(CONTINUARÁ)
